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Mostrando las entradas de febrero, 2009

Perdón por tanto silencio, ahora un millón de palabras no bastan para hacerte saber lo mucho que te quería…

Algún sabio proverbio antiguo dice que quien calla otorga y que el silencio es de sabios. Sin embargo, en los momentos en que el dolor embarga el alma por la pérdida de un ser querido, el silencio explota en la mente y en el corazón como una bomba de tiempo que simplemente estaba agazapada en algún rincón de la vida, esperando para asaltar y bombardear con reproches a mi poco determinado ser, sacándole en cara todos esos momentos en blanco, aquellos instantes en que la comodidad primó sobre la necesidad, en que los falsos prejuicios y las discusiones inútiles fueron más que el cariño que debe unirnos a los nuestros. Ya no vale de nada… lo que no se dijo en vida, ya no se dijo, y no puede deshacerse… Perdón por tanto silencio y tan poca manifestación de algo que sentía pero que tenía oculto en mi interior, reprimiéndolo y no dejándolo manifestarse libremente, como debería haber sido en un principio. Perdón por venir a desahogarme ahora, cuando ya es muy tarde y quizá sólo me quede el co

Dar sin esperar nada es la clave para la felicidad

Los objetivos, las metas y los sueños son constantes en la vida, la gasolina, la motivación y la única razón quizás, por la que un alma puede dejar de ser de piedra y comienza a intentar la autosuperación. Sin embargo, en la complejidad del espíritu humano y en una confusión que nos hace siempre mucho daño, tomamos los objetivos y los sueños y los mezclamos con otros factores ajenos a lo que está a nuestro alcance. ¿A qué me refiero? A la eterna mezcolanza que hacemos de objetivos, apegos, metas, sueños y caprichos, cuyo logro confundimos con la verdadera felicidad. Somos felices realmente cuando logramos pasar un curso académico con una buena nota, cuando obtenemos un reconocimiento por nuestro trabajo, cuando conseguimos una oportunidad laboral interesante o cuando se nos abren las puertas a nuevas experiencias que pueden resultar muy enriquecedoras. Sin embargo, esa felicidad, legítima, por ser fruto del esfuerzo y de la superación personal, tendemos a confundirla con la sensación d