Urbe y Existencia

Corría el año de 1990 y mientras pasaban mil cosas en el mundo, yo me sentaba en frente del televisor, como buen hijo único, con mis cinco años de existencia, tratando de comprender lo que veía en esa caja y absorbiendo sus contenidos como mi validación de que había un mundo ahí fuera, aparte del cariño de mis papás, mi familia y el jardín infantil. De ese año en particular guardo varios recuerdos como la Revista Dini, que mi abuelo Néstor sagradamente nos daba; Los Dumis, con mis Gudiz soy feliz porque son de maíz, los Gansito, los yogurts de Chambourcy, mis juegos de construcción ( Armo-Todo y Meca-Niko), los muñequitos de Superman, Batman y Aquaman (aún puedo sentir en mi nariz el olor a caucho de las capas de estos), aquella niña cuasi vecina que fue mi amor platónico de la infancia (que aún no sé si supo que lo fue), mi amigo Javier (que compartía mi mismo amor platónico, jajajaja), mi profesora Jenny, las loncheras Vanyplas con el termo psicodélico, el Mundial de Italia con el m