Urbe y Existencia

Hay un recuerdo que, en este instante, viene diáfano y fuerte a mi cabeza, como la comprobación del cambio y de la comprensión de las cosas que ocurren en la vida. Cuando era niño, tendría unos cinco o seis años, durante la celebración de la Navidad, me encontraba con mis primos, quienes contaban más o menos con mi misma edad, jugando en la casa de mis abuelos paternos. Nuestros padres, tíos y demás, se enfrascaban en continuas polémicas por x o y tema… polémicas que generalmente dañaban el ambiente de la celebración y terminaban por afectarnos a todos. En el jardín exterior, contra una de las esquinas que separaban la casa de la acera, nos encontrábamos mi prima Alejandra, cuatro meses mayor que yo; mi primo Néstor, un año y medio menor que yo; y yo… Ante las discusiones que agriaban la Navidad y, sin comprender por qué ellos simplemente no podían dar rienda suelta al disfrute decembrino y jugar y compartir como nosotros, llegamos a una conclusión que ahora recuerdo con nostalgia…

¿Y quién en su vida no se ha encontrado alguna vez con una de esas oraciones que se recomiendan para x o y situación? Pues en esta ocasión, seré yo quien oficie de su abuelita, tía, mamá o vecina y les recomendaré una que, definitivamente, puede llegar a cambiar sus vidas. La primera vez que escuché de ella fue de boca de mis compañeros de trabajo, quienes hablaban de sus milagros y de su poder. Duré mucho tiempo sabiendo de ella y oyendo constantemente sus prodigios hasta que, un día, sentí en el corazón un llamado a buscarla y aplicarla en una situación especial. Así lo hice y no me arrepiento. Por eso, ahora quiero compartirla con ustedes. Al Sagrado Corazón de Jesús para conseguir tres gracias Brazo poderoso, ante Ti, vengo con todas las fuerzas de mi alma a buscar consuelo en esta difícil situación. No me desampares en las pruebas que me han de herir en mi camino, sea tu Brazo Poderoso el que obre según tus sagrados designios para darme la tranquilidad que tanto ansío, aquí a tus

Esta mañana, mientras caminaba de mi casa a mi trabajo, me sucedió algo que me conmovió de pies a cabeza. Iba por un andén (o vereda, como se le conoce en otros países), feliz, tranquilo, escuchando radio, cuando vi venir hacia mí a un gran grupo de estudiantes. Tenían cara de calentanos* y eran acompañados de sus profesores. Sus estilos se me hacían demasiado familiares, creí reconocer algo de ellos en lo profundo de mi ser. Una vez me acerqué a ellos y nos encontramos de frente, los observé mejor. A pesar de que todos tenían chaquetas, bufandas y guantes diferentes, bajo ese ajuar portaban un uniforme (lo que me confirmó que eran calentanos, porque los colegios de Bogotá ti enen todos saco o chaqueta del mismo uniforme… los de tierra caliente obviamente no). Un escudo era visible en sus pechos y el nombre del colegio saltaba a mi vista, alegrando mi corazón. No, no era el colegio del que yo salí, pues habría reconocido el uniforme a leguas; sin emb argo eran estudiantes de mi ciudad

¿Y es que quién de niño no soñó con ser el Hombre de Acero, tener poderes insuperables y poder volar? (Hasta tengo un primo que terminó rompiéndose un brazo por lanzarse de un balcón con la capa de Superman). Pues sí, esta película, pionera de una saga épica que ha tocado a varias generaciones, merece una mención especial. Superman, ese héroe que nos puso a soñar con un mundo mejor y con las posibilidades de cambiar el planeta (además de toda su basura propagandística del sueño americano y eso... en fin, nada es perfecto). En esta primera versión a gran escala hollywoodense participaron el fallecido Christopher Reeve (el mejor Superman de todos los tiempos), Margot Kidder (Lois Lane) y las estrellas Gene Hackman (Lex Luthor) y Marlon Brando (Jor-El). Esta versión sigue el arca clásica de la saga de Superman, donde Jor-El y Lara envían a su hijo Kal-El a la tierra, ante la inminente destrucción de su planeta natal Krypton. Kal-el llega a la Tierra y es adoptado por la pareja Kent, quien