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Mostrando las entradas de julio 9, 2007

La mágica jornada de la paz

El miedo al fracaso y a la falta de sensibilidad de los compatriotas fue el constante denominador en los corazones de quienes soñaban con una protesta nunca antes vista en Colombia. Sin embargo, faltando diez minutos para el mediodía, los temores se disiparon. Movidos por una fuerza interna implacable, miles de colombianos se volcaron a las calles simultáneamente y, en un acto apoteósico, se hicieron sentir. La magia surgió espontáneamente mientras los pitos sonaban y se levantaban brazos, pañuelos y voces para reclamar por la paz del país y la libertad inmediata de los secuestrados. Sin importar sexo, edad o condición, toda Colombia se movilizó en una manifestación sin precedentes. Finalmente, el letargo y la insensibilidad quedaron a un lado para dar paso a un justo reclamo; para decirles a los violentos que acá no son bien recibidos, que no se les quiere y mucho menos se les necesita. Ojalá que este sacudón no sólo sirva para que los grupos armados noten el profundo desprecio que el

Una tarde espantosa

Por Manuel Armando Sarabia Acevedo Fue una tarde espantosa. El hastío por la realidad circundante se unía con la decepción causada por una de las pocas ilusiones con las que cuenta el pueblo atribulado y sin oportunidades. Ese fatídico día, una nueva noticia de dolor y muerte llegaba a los oídos del pueblo colombiano: a los miles de muertos del conflicto armado, se le sumaban once más (reconocidos). Los once diputados del Valle del Cauca, secuestrados por las FARC hace cinco años, eran declarados muertos en confusos hechos que, hasta el momento, no se esclarecen… algo dice que, como siempre en el País del Sagrado Corazón, jamás se sabrá la verdad al respecto; al menos no mientras el uribismo mande y las FARC sigan vivas, no mientras lo que vivimos no esté convertido en un capítulo viejo y empolvado de la historia patria. Colombia lloraba y protestaba por más dolor y más sufrimiento y la indignación ya no tenía por donde desbordar, las ilusiones se desvanecían y, sin embargo, quedaban a